
Durante años he sostenido el peso del silencio. No siempre por falta de palabras, sino por el miedo a romper la compostura, a salirme de lo esperado, a mostrar lo que verdaderamente bullía en mi interior. Ese silencio fue llenando mi espacio interno de ruido. Un ruido hecho de emociones no expresadas, pensamientos encapsulados y verdades a medias.
Hoy sé que expresar en un acto de sanación. Dar voz a lo interno no solo libera, sino que transforma. Al nombrar lo que sucede en mi mundo interior, me permito un movimiento que me acerca a la autenticidad y me aleja de la represión.
Como escribe James W. Pennebaker, uno de los grandes investigadores sobre la escritura terapéutica, «cuando las personas ponen en palabras sus emociones profundas y sus experiencias más importantes, su salud física y mental mejora.» Sus estudios han demostrado que escribir sobre emociones difíciles reduce el estrés, mejora el sistema inmunológico y facilita la integración emocional.
Expresar para ordenar y habitarse
Expresar lo que siento, ya sea a través de la palabra hablada o escrita, me ayuda a ordenar lo caótico. Lo que antes era ruido sin forma, se convierte en un mensaje que puedo escuchar, comprender y abrazar. Desde la terapia Gestalt lo llamamos darse cuenta. Y el primer paso para darnos cuenta es poner en palabras lo que antes era sensación o confusión.
Carl Rogers, en su enfoque centrado en la persona, decía: «cuando alguien se siente profundamente escuchado y aceptado, sus bloqueos disminuyen y puede empezar a cambiar.» Pero antes de recibir esa escucha de fuera, he aprendido a dármela yo misma a través de la expresión.
Expresar para sanar, no para encontrar respuestas
He descubierto que la sanación no siempre llega porque encuentro una respuesta concreta, sino porque me permito ser escuchada desde dentro. Al expresar sin juicio, emerge lo que necesitaba salir. Escribo no para resolver, sino para darme un espacio donde lo interno pueda hablar sin miedo a ser silenciado.
Louise DeSalvo, en su libro Writing as a Way of Healing, afirma que «escribir nuestras historias de dolor nos permite ver la vida con nuevos ojos y nos ayuda a reescribir nuestro propio relato interno.» Y yo siento que, cada vez que escribo, reconstruyo también la mirada que tengo sobre mi propia historia.
Del ruido a la voz
Hoy, escribir y expresarme me permite transformar ese ruido interno en una voz más clara, más compasiva, más mía. Y con cada palabra que emerge, con cada emoción que se expresa, siento que voy habitando más profundamente mi propio ser.
La expresión, entonces, es un acto de cuidado, de presencia y de sanación. Una oportunidad para dar voz a lo interno y dejar de sostener sola el peso de lo no dicho.
¿Qué pasa cuando me permito expresarme?
A lo largo de este recorrido, he descubierto que la expresión no es solo una herramienta, sino un acto profundo de reconexión conmigo misma. Y me pregunto ….
- ¿Qué parte de mí sigue esperando ser escuchada?
- ¿Qué emociones o pensamiento guardo para no romper con la imagen que proyecto hacia fuera?
- ¿Qué cambiaría si me permitiera expresar sin buscar la respuesta correcta?
- ¿Cómo sería mi vida si pudiera transformar el ruido interno en palabras que me alivien y me abracen?
- ¿Qué sucede cuando no expreso? ¿Qué precio pago por sostener en silencio lo que necesita salir a la luz?
Una nueva mirada
Hoy me doy cuenta de que la expresión no siempre tiene que ser clara o perfecta. A veces basta con dar el primer paso, aunque la voz tiemble o las palabras sean torpes. Lo importante es permitir que lo interno hable y tenga un espacio seguro.
El blog que he creado se ha convertido para mí en un laboratorio íntimo donde puedo explorar y expresar, sin más pretensión que escucharme y ordenar lo que, durante años, fue caos o silencio. Es un espejo donde mi mundo interno puede mostrarse sin máscaras.
Quizás, al leernos, también nos inspiramos mutuamente a abrir espacios de expresión auténtica. Lugares donde sanar no sea un objetivo final, sino un proceso que ocurre al darnos voz, al dejarnos sentir, al permitirnos ser.
¿Y tú, donde te das voz? ¿Cómo es esto para ti? Me encantaría leerte en los comentarios y saber cómo vives tú el proceso de expresarte.
Referencias:
- Pennebaker, J.W. (1997). Opening Up: The Healing Power of Expressing Emotions.
- Goldberg, N. (1986). Writing Down the Bones: Freeing the Writer Within.
- DeSalvo, L. (1999). Writing as a Way of Healing.
- Roger, C. (1961). On Becoming a Person.
- May, R. (1989). El coraje de crear.
Artículo escrito por Anna Samsó, terapeuta y acompañante en procesos desde una mirada gestáltica. Conóceme más en annasamso.com.
